viernes, 7 de diciembre de 2012

Mindfulness

Estoy escuchando el viento en las hojas de la Palmera Washingtoniana que me da sombra y pienso en cómo la vida se va tejiendo, las vueltas que va dando y cómo se arman los recuerdos y las historias.
Voy viajando en el metro. Música suena en mis oídos, Jorge Drexler para ser más exactos. me llega un mensaje de texto del Gonzalo, mi socio, “Epstein no llegó, se suspende el seminario”. Quedo un tanto en shock. Me bajo en la estación Universidad Católica y mientras miro a la gente pasar pienso en qué hacer ahora.
“Voy medio atrasado”, pienso, mientras manejo a dejar a mis hijos a sus respectivos paseos de fin de año. Una al colegio para tomar un bus y el otro a la casa de un compañero en la comunidad Castillo Velasco de Fleming. Hoy tengo un seminario de mindfulness que dicta Mark Epstein, renombrado budista y psicoterapeuta, que se dicta en la Universidad Alberto Hurtado, metro Los Héroes. Vuelvo rápido a la casa a dejar el auto, tomo mi bicicleta y bajo raudo a la consulta. Mientras bicicleteo sorteando autos, peatones y perros en el aire extrañamente fresco de la mañana, pienso en qué buena idea  es haberme inscrito en esta actividad. Hace tiempo no medito y me hace gracia un día completo dedicado a escuchar y conversar sobre meditación (particularmente budista) y psicoterapia (particularmente psicoanalítica), dos de mis grandes intereses de los últimos 25 años de mi vida. Creo que la tengo clara, un día perfecto por delante.
“Que chucha, sigo no más”, me subo al próximo metro y continúo en dirección poniente. Me encuentro con Gonzalo y dos simpáticas colegas mujeres (suman más de 110 años entre las dos, “son estas las minas más estupendas que te encontraste para ir a dar una vuelta al centro”, hueveo a mi partner), caminamos en dirección a La Moneda. En el camino, obligado a parar en una esquina, saco una estupenda foto de la Torre Entel reflejada en un edificio.
Buen café con buena conversa político-meditativa en los subterráneos de la Plaza de la Ciudadanía. Despedida de las colegas, parten a quién sabe qué con cara de ocupadas. Interesante recorrido por las colecciones de pintura de la Peggy Guggenheim y más aún por las arpilleras de la Violeta Parra. Bellos colores, notables figuras, que no tienen nada que envidiar a los connotados surrealistas que acabamos de contemplar, comentamos patrióticos y camiseteados por Violeta, que fue tanto más que la señora limítrofe que Wood plasmó en su película, nos quejamos.
Caminata por el Paseo Bulnes, para mí desconocido más allá de la polémica construcción de un par de torres, pendientes hace 80 años para terminar de armar un bulevar. Armas y cañas de pescar en una de las numerosas armerías del lugar. Libros de los wenos en la Librería del Fondo de Cultura Económica. Fuentes, árboles y cafecitos. Bello el Paseo Bulnes. Buena cosa que le pongan más color y se arme un centro cívico cototo.
Hambre. Metro a El Hoyo. Pernil en El Hoyo, lengua en El Hoyo. Buena idea. Meiggs repleto prenavideño, sorteamos malandros, flaites de mirada torva, una tienda gigante y modernísima de Nike al lado de la Estación Central (??!!??), algunos escupos y micros asesinas. Caminamos por Exposición, puestos callejeros tipo Anthony Burdain, talleres mecánicos de los años 60, estructuras ferroviarias de cuando el tren al sur era EL modo de viajar al sur.
Pipeño de tres tiritones, uno en el ataque, gusto a ollejos de uva, como de chicha, algo azumagado. Segundo en paladar, un poquito de nausea. Final al tragar, un pequeño espasmo faringeo ante la presencia del líquido bastardo. El helado de piña aún sin derretir como la promesa de una nívea capa de olvido, que mis papilas no logran perdonar.
Finalmente es plateada en El Hoyo lo que me tienta. Rica, blanda, lenta y suficientemente cocida. Sabrosa, jugosa y con puré picante, para que nadie diga que me voy con fleturas ni remilgos dietéticos. Mi compadre se enfrenta a feroz pernil con papas cocidas. Queda colorado. Ambos ahítos, de proteínas, de chilenidad y de Chico Trujillo.
Camino de vuelta, solazo veraniego, toda la frescura de la mañana disuelta en los vaporizadores de los andenes del metro.
Conversa de negocios colgados de los pasamanos, sujetando la guata a pura fuerza lumbar.
Ahora, más tarde y con un short de tenis como improvisado traje de baño en la piscina del Stadio Italiano, miro el cielo y pienso “pa mi que esta weá estaba cociná, a ver cómo enfrentan los weones un día que queda libre de improviso”. Mañana (hay un segundo día de actividades a las que espero Epstein atine a llegar) capaz que el gringo nos pregunte.
Creo que pasamos la prueba. 




*Escrito a estricto y perentorio pedido de mi amigo Alejandro. Que está enfermo. Un poco más que el resto, pero menos de lo que alguna vez todos estaremos. Gracias Alejandro, tu presencia trae presencia.

martes, 15 de mayo de 2012

Otoño

Por Cristián Warnken.


Le pido a una vecina que, por favor, no barra las hojas de otoño que se han acumulado estos días en nuestra vereda común. Me mira extrañada. Sonríe. Comprendo que sea difícil entender a un vecino que defienda el derecho de las hojas de los liquidámbares y los “ginkgo biloba” a permanecer ahí, para ser contempladas, para ser pisadas (algunas crujen), para jugar con ellas. Las hojas del otoño en nuestra ciudad desafían nuestros intentos de tener todo bajo control. Innumerables hojas amarillas, rojas, castaño, caen y caen sin tregua, como diciéndonos: “Todo cae, pero caer es hermoso. Eres también una hoja de tu propio otoño, batida por el viento, déjate caer”.
Somos pasajeros. Destellos en la noche. Pensamos que aceptar eso con resignación significa asumir una humillante derrota, la derrota ante la finitud y la muerte. Pero el mismo otoño —gran maestro de las estaciones— se encarga de enseñarnos que envejecer y declinar es bello. El otoño no se hace implantes ni liposucciones a sí mismo. No busca prolongar artificialmente la primavera, esplende con el máximo de intensidad en el momento mismo de eclipsarse, igual que las estrellas que, cuando colapsan, estallan en un espectáculo pirotécnico de adiós. El cielo se ha encargado de hacer del ocaso una fiesta y no un funeral. ¡No barramos las hojas de este otoño, dejémoslas el máximo tiempo posible acompañarnos en nuestro fugaz paso por esta tierra! Si los niños no pisan las hojas de otoño desde temprano, ¿qué tipo de adultos serán mañana? La mayor parte de nuestras neurosis, frustraciones, rabias y falta de sabiduría para vivir nacen de que nadie nos ha enseñado a envejecer y a morir. Salvo el otoño.
Pero para mirar y aprender de las alfombras de hojas, hay que tener tiempo. ¿Y quién tiene hoy tiempo? No tenemos ni tiempo para detenernos para entender que nosotros mismos somos el mismo tiempo que se nos va. En estos días vertiginosos, en que malgastamos la poca vida que nos fue dada en tacos interminables, en correr de asunto en asunto, de “evento” en “evento” como sombras, y en que hemos dejado de vivenciar la vida como el mayor acontecimiento de todos, es bueno arrimarse a un árbol de otoño. Permanecer junto a él lo más que podamos y decir como Fausto, embelesado y redimido ante Helena: “El espíritu no mira ni hacia delante ni hacia atrás. Tan sólo el presente es nuestra felicidad”. Es interesante que el arquetipo del nihilista, el Fausto que no sabe gozar del presente —salvo en este diálogo con Helena y en la escena final de la obra— y es devorado por sus deseos insaciables y el futuro, encarne por un momento lo que el mismo Goethe llamó “la salud del momento”.
Mientras miro embelesado caer las hojas de los árboles de este otoño, compadezco a los que veo correr desaforadamente tras un éxito ilusorio y vano. ¿Qué Presidente de la República, político, empresario o estrella de rock tiene tiempo para perder deambulando entre las hojas, con amigos y no con asesores o guardias personales? ¿Cuántos de nosotros mismos no estamos secuestrados por nuestros propios éxitos?
Pregúntate dónde está “tu” otoño, cuántas hojas contaste en la vereda de tu calle, y serás mejor gobernante, mejor empresario, mejor artista, mejor hombre. No es en las encuestas, en los focus groups, en los indicadores económicos, en los gráficos de fastidiosos y monótonos power-points donde están las respuestas. La respuesta, como dijo Bob Dylan —que está cantando mejor que nunca a sus 70 años—, “está temblando en el viento”. No es cierto que para ser un mejor país necesitamos sólo más “emprendedores”—como se repite tanto hoy—. Lo que el mundo necesita hoy con urgencia son más contemplativos, más sabios, más habitantes del instante, más guardianes del otoño. Por eso, querida vecina, no barra esas hojas, que no son hojas sino espejos, letras de un alfabeto inmemorial que de nuevo debemos aprender a leer, para volver a ser.

jueves, 26 de abril de 2012

Happy Birthday!


En estas fechas cumplo un año desplazándome casi únicamente en bicicleta entre la casa a la pega.
Ayer me di cuenta del hecho mientras bajaba por una calle poco transitada y sentía el aire ya fresco de la tarde de fines de abril en la cara, mientras veía las hojas amarillas, algunas pocas aún colgando de las ramas de los árboles, el resto amontonadas en el suelo.
Me imaginé de repente en una película independiente de Hollywood, o tal vez una inglesa, mostrándome mientras pasaba por esa misma calle y lugar en otoño, como ahora, en invierno, muy forrado, con cortavientos y máscara tipo spiderman, en primavera, con días de prístinos cielos azulinos, en verano en pura camisa, disfrutando de los vientos cálidos y por fin nuevamente en otoño, un poco más viejo, un poco más pelado y mucho más y experimentado cicletero.
Empecé esta aventura a principios de mayo del 2010 y han pasado tantas cosas. Se me desarmó el acelerador, por ejemplo, se echó a perder un freno, gasté ya 2 forros delanteros (los forros con calugas de goma valen callampa para el cicletero urbano), se me desoldó la parrilla que arreglé con solución Mati (un saludo a quien también está de cumpleaños urbano-ciclístico) (solución Mati: dícese de todo desperfecto susceptible de ser reparado por la vía de tiras autoajustables de plástico, incluído maniatar a alguien en un asalto), se me desconectó la batería por dentro, se me rompió el fusible, me saqué la cresta por la intervención de un perro negro, pinché un par de veces, cambié manubrio, horquilla, frenos, piolas, asiento, llantas, cámaras, forros, pedales, luces, pero todavía creo que es mi misma bicicleta, varias viejas pavas me han echado el auto encima cuando doblan a la derecha sin señalizar, varias viejas pavas han saltado de terror cuando les toco la campanilla por atrás (ojalá hayan sido las mismas, pero lo dudo), he puteado a los que trotan por el lado erróneo de las ciclovías, he saludado amistosamente a otros ciclistas en las esquinas, ambos mirando y comparando de reojo los adminículos que porta el otro en su vehículo, me he arrancado de perros furiosos anticiclistas, me ha agarrado la lluvia en pleno recorrido, llegando mojado hasta los calzoncillos y me pelié hace un par de semanas con el wn de la municipalidad que cerró la ciclovía con un stand para “inaugurarla” (estos wns siguen creyendo que las ciclovías son para pasear con los niños en bicis con rueditas, jamás para alguien que va atrasado a la pega).
La bicicleta, gran invento.
Steve Jobs le quiso poner así al computador que estaba diseñando junto a su equipo, leí en su biografía. La idea era un computador compacto, rápido, multifuncional, fácil de usar y para todo usuario, no sólo para las empresas. Como la bicicleta, decía él, otro fanático. El nombre no pegó, el resto de la gallada prefirió el nombre que ya estaban usando desde antes que Jobs se hiciera cargo del proyecto: Macintosh, que es un tipo de manzanas.
Gran invento que nunca recibió el Nobel, como reflexionaba el Coji.
Pasó un año y espero que pasen muchos más. De la bici ya no me baja nadie.

martes, 17 de abril de 2012

obsolescencia programada

por favor véanlo. dura 50 minutos, pero vale la pena. el centro mismo de la sociedad de consumo.
primero se abre una página de propaganda que hay que cerrar no más, de ahí le dan al documental.
es peor de lo que uno supone...

.http://www.documaniatv.com/social/comprar-tirar-comprar-obsolescencia-programada-video_5ff991144.html

jueves, 5 de abril de 2012

rolling stars

Hay wns a los que no les basta andar en bici,  tocar música o disfrutar de una buena película clásica... no, hay wns que quieren todo junto!

http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=LdjY6oy4Y2c

miércoles, 4 de abril de 2012

Una de tenis x foster wallace

http://www.panfletonegro.com/v/2011/09/04/roger-federer-como-una-experiencia-religiosa-por-david-foster-wallace/

miércoles, 15 de febrero de 2012

Cicleteos australes

Como ya es tradicion en cada paseo, viaje o aventura hay que darle su momento al cicleteo.
En este caso en ensenada, lago llanquihue.
Recorrido: de ensenada hacia las cascadas, por el camino que bordea el lago en su ribera noreste.
Hermosos paisajes, el volcan osorno dominando el territorio, arroyos de deshielo, curvas, bosques nativos y lo mejor de todo: ciclovia!
Algun alcalde con probables inclinaciones cicleteras dejo una de las bermas destinadas a las bicicletas. Muy simple y barato, solo pintura y unos reflectantes que separan.
Esto se repite en todo el camino hasta los saltos del petrohue.
Bien por ensenada. Asi se hace turismo elegante.

martes, 24 de enero de 2012

ciclovías asesinas

Hoy en la mañana pasando por la ciclovía de padre hurtado, sí, esa que estaba terminada en agosto del 2011, según el cartel que todavía está puesto, desteñido ya por las inclemencias de la naturaleza, cerca del Jumbo de La Reina, tuve que esquivar:
-un montón de tierra recién volcada por un camión tolva
-un camión estacionado en la mitad de la ciclovía
-3 maestros acarreando pasto en rollos para instalar
-2 maestros instalando unos topes de cemento, supongo que para que no se estacionen autos, pero que será de alto riesgo al circular en bicicleta por la noche
-otro maestro con una carretilla y al parecer sordo porque ni me infló con mi campanillazo
todo esto para llegar al final de la vía a un hoyo, que alguna vez parece será una bajada para acceder a la calle.
No me puede hoy hacer más sentido este artículo que encontré:

http://www.elquintopoder.cl/fdd/web/ciudad/opinion/-/blogs/ciclovias-charchas-no-gracias

La mejor ciclovía es la que le quita un pedazo a la calle, es de mínimo costo para su construcción (sólo los topes de goma que la delimitan, como en Isabel la Católica), no le quita espacio a los peatones, es de características viales correctas y le saca espacio a los autos, generando así la presión razonable para que la gente prefiera otros medios de locomoción.
Las ciclovías son para desplazarse, no para pasear. Eso no lo han entendido aun los que las diseñan. Sino no se entiende que sean como son en tanto diseño como interconección.
La solución NO es traer cada vez más autos chinos baratos para que más gente acceda a ellos y haya que hacer mega inversiones en hacer más carreteras urbanas, y túneles y más pistas en cada avenida. La solución es que la gente tenga un auto por casa y el resto se mueva en bicicleta o locomoción pública de buena calidad.
Será tan difícil de entender? La gente hace ejercicio, desocupa las calles y no contamina. Además todos tienen acceso a comprarse una bici, hay desde 25 lucas. Donde estaría el problema?

viernes, 13 de enero de 2012

el transporte urbano en auto está condenado

Como dijo un eminente amigo cicletero el otro día, "si Pinocho en vez de decir en los 80 cada chileno un auto hubiera dicho cada chileno una bici pucha que estaríamos en otra". El ejemplo holandés todavía podría ser copiado, pero las autoridades están muy ocupados peleando x que no suban los impuestos a sus amigos empresarios, o no les cambien el binominal para poder seguir saliendo elegidos.
Lo alcaldes por su lado dedicados a venderse al mejor postor inmobiliario o de las transgresiones de las liceanas.
Estamos cagados, pero aquí hay algunas buenas ideas:

http://www.arribaelachancha.cl/2012/01/11/crisis-y-oportunidad-para-ciudades-vivibles-hoy/

jueves, 5 de enero de 2012

El país de las bicicletas

Muy interesante resumen de la historia de las bicicletas en Holanda. Estos gallos están siempre adelantados al resto del mundo.
Por otra parte las mejores ciclovías son aquellas que le quitan espacio a los autos, no a las áreas verdes ni a los peatones.
watch (tiene subtítulos en inglés):

http://www.plataformaurbana.cl/archive/2011/12/21/%C2%BFcomo-los-holandeses-consiguieron-sus-ciclovias/