En estas fechas cumplo un año desplazándome casi únicamente
en bicicleta entre la casa a la pega.
Ayer me di cuenta del hecho mientras bajaba por una
calle poco transitada y sentía el aire ya fresco de la tarde de fines de abril
en la cara, mientras veía las hojas amarillas, algunas pocas aún colgando de
las ramas de los árboles, el resto amontonadas en el suelo.
Me imaginé de repente en una película independiente de
Hollywood, o tal vez una inglesa, mostrándome mientras pasaba por esa misma
calle y lugar en otoño, como ahora, en invierno, muy forrado, con cortavientos
y máscara tipo spiderman, en primavera, con días de prístinos cielos azulinos,
en verano en pura camisa, disfrutando de los vientos cálidos y por fin
nuevamente en otoño, un poco más viejo, un poco más pelado y mucho más y
experimentado cicletero.
Empecé esta aventura a principios de mayo del 2010 y
han pasado tantas cosas. Se me desarmó el acelerador, por ejemplo, se echó a
perder un freno, gasté ya 2 forros delanteros (los forros con calugas de goma
valen callampa para el cicletero urbano), se me desoldó la parrilla que arreglé
con solución Mati (un saludo a quien también está de cumpleaños urbano-ciclístico)
(solución Mati: dícese de todo desperfecto susceptible de ser reparado por la vía
de tiras autoajustables de plástico, incluído maniatar a alguien en un asalto),
se me desconectó la batería por dentro, se me rompió el fusible, me saqué la
cresta por la intervención de un perro negro, pinché un par de veces, cambié
manubrio, horquilla, frenos, piolas, asiento, llantas, cámaras, forros,
pedales, luces, pero todavía creo que es mi misma bicicleta, varias viejas
pavas me han echado el auto encima cuando doblan a la derecha sin señalizar,
varias viejas pavas han saltado de terror cuando les toco la campanilla por atrás
(ojalá hayan sido las mismas, pero lo dudo), he puteado a los que trotan por el
lado erróneo de las ciclovías, he saludado amistosamente a otros ciclistas en las esquinas, ambos mirando y comparando de reojo los adminículos que porta el otro en su vehículo, me he arrancado de perros furiosos anticiclistas,
me ha agarrado la lluvia en pleno recorrido, llegando mojado hasta los
calzoncillos y me pelié hace un par de semanas con el wn de la municipalidad
que cerró la ciclovía con un stand para “inaugurarla” (estos wns siguen
creyendo que las ciclovías son para pasear con los niños en bicis con rueditas,
jamás para alguien que va atrasado a la pega).
Steve Jobs le quiso poner así al computador que estaba
diseñando junto a su equipo, leí en su biografía. La idea era un computador compacto, rápido, multifuncional, fácil de usar y para todo usuario, no sólo para las empresas. Como
la bicicleta, decía él, otro fanático. El nombre no pegó, el resto de la gallada
prefirió el nombre que ya estaban usando desde antes que Jobs se hiciera cargo
del proyecto: Macintosh, que es un tipo de manzanas.
Gran invento que nunca recibió el Nobel, como
reflexionaba el Coji.
Pasó un año y espero que pasen muchos más. De la bici
ya no me baja nadie.