martes, 8 de abril de 2014

Tremas Austerianos.

Hubo una vez un psiquiatra que escribía un libro sobre un escritor que escribía un libro sobre un psiquiatra. En este último libro, después de una sesión de terapia a un paciente del psiquiatra, un escritor, se le quedó en la consulta un borrador de la novela que estaba construyendo. En esta novela el psiquiatra vio retratados los dos años que había dedicado al tratamiento de este paciente. Se dio cuenta con espanto que fueron dos años de su tiempo perdidos en un engaño, ya que el escritor nunca mostró su realidad, fue sólo un ejercicio de artificios e inventos para obtener material para su novela. Se enfureció.
Buscó entonces el psiquiatra al escritor con la firme convicción de confrontarlo y exigirle que además de destruir su novela lo compensara por el tiempo perdido. Sin embargo le fue imposible encontrarlo. El escritor había desaparecido. No había registros de él en ninguna parte. Su rut no existía. Tampoco su dirección.
Parado frente a la inexistente dirección de su falso paciente súbitamente el psiquiatra se percató de que todo a su alrededor se volvía confuso, irreal. Decidió volver a su casa, la que dando tumbos a duras penas encontró. Después de una noche de insomnio, angustia y desesperación tuvo súbitamente la revelación; él mismo era fruto de la imaginación del escritor. Había sido parte del mayor engaño. Nada nunca había existido en realidad.
El escritor dio así por concluído su libro, dejando al personaje del psiquiatra sumido en un trema psicótico, absolutamente perdido entre los entresijos de la realidad. Se sintió contento y satisfecho. Le tomó dos años investigar y escribir sobre la actividad de su personaje psiquiatra. 
Sin embargo la alegría le duró poco al escritor. Empezó de repente a sentir que el mundo a su alrededor se volvía equívoco. Las certezas con que se movía dejaron de ser tales. Todo lo que lo rodeaba cambió, las cosas dejaron de ser las que eran, en su cabeza todo se confundió. Quedó paralizado.
El psiquiatra que hace dos años escribía el libro sobre el escritor que escribía la novela de un psiquiatra entonces dudó. ¿Deberé dejar también al personaje del escritor sumido en la locura y la confusión?, pensó.
Decidió salir a dar un paseo para aclarar sus ideas.

Mientras caminaba a buen paso por Apoquindo, buscando alguna inspiración que lo ayudara con el final de su libro, repentinamente todo se puso extraño. Dejó de reconocer las calles, las cosas. Sintió angustia, el corazón se lanzó a latir aceleradamente, le faltó el aire, sintió el pavor de estarse volviéndose loco. Rápidamente dejo de saber quién era, olvidó su propio nombre, sintió que todo giraba a su alrededor y cayó al suelo. Antes de perder del todo el conocimiento alcanzó a tener serias sospechas de ser el personaje del libro de alguien más.


sábado, 5 de abril de 2014

Excelente artículo.

Los cambios que involucran incremento en el nivel de conciencia, o sea la necesidad de ver la realidad con una mirada novedosa, siempre son resistidos por quienes no alcanzan ni a vislumbrar la nueva posibilidad. En este caso los que encuentran que es obvio, natural y apropiado desplazarse en el auto particular. Y que la necesidad entonces es de hacer más autopistas urbanas. Yo fui así. Lo puedo entender. En mi juventud tampoco entendía la necesidad de reciclar (hoy suena casi obsceno) o no tirar basura por la ventana del auto. Pero es tiempo de cambiar.