lunes, 21 de noviembre de 2011

viernes, 18 de noviembre de 2011

Cicloestacionamientos

Propongo a los honorables escritores y lectores de este blog aprovechar este espacio para pasarnos datos de adonde se puede ir con tranquilidad en bici. Hoy vine a clinica alema, la que en general desprecio por nazi, pero aca trabaja un conocido y tuve la grata sorpresa de que tienen estacionamiento de bicis con un guardia espacifico para eso. El gallo le puso una cadena a mi bici pese a que yo ya le habia piesto la mia. Bien x la alemana!!

jueves, 17 de noviembre de 2011

Esta no es bicicletera


Tenis Vs Fútbol

Siempre me ha sido algo desconcertante observar las reacciones y emociones que produce el fútbol en la gente. Supongo que hay una gran dosis de “gusto adquirido” en el asunto. En mi familia en general no hay grandes fanáticos (ahora apareció por ahí un sobrino ectópico) y mi padre no me inculcó la pasión por ningún equipo en particular.
De niño lo jugué, como todos, y siempre fui mediocremente del montón. De los que quedan en la defensa. Tal vez eso también haya influído.
Lo que me es claro en todo caso es que hay varias cosas en el fútbol que hacen que me produzca mucho más rechazo que gusto.
Por otra parte desde hace unos 12 años que he desarrollado gran afición por el tenis, tanto de jugarlo, mediocremente también, como de observarlo en televisión.
Trataré entonces de explicar las grandes diferencias que percibo entre ambos deportes y porqué me inclino tan fanática y decididamente hacia el tenis:
-Primero que nada habría que decir que los deportes de caballeros se juegan con una red de por medio. El voleybol y el tenis comparten esta condición. Creo que evolutivamente son más desarrollados, ya que la agresión queda sublimada en un buen golpe, un amague, un poner la pelota humillantemente fuera del alcance del rival. En el fútbol por contraste (y en todos los deportes que considero más primitivos como el rugby, el básquetbol y tantos otros) la agresión es directa, codazo en el ojo, zancadilla, plancha en la tibia, etc. El contacto físico puro y duro.
-Directamente secundario a lo anterior es que en el tenis lo más agresivo que sucede es cuando un jugador se queja con el árbitro del comportamiento del otro jugador, o se dicen algo a la pasada en el cambio de lado. En el fútbol las batallas campales entre jugadores son un clásico de todos los fines de semana. Brutal.
-A propósito del fair play, en el tenis lo más falso que un jugador puede hacer (y es muy mal visto) es pedir un trainer por alguna supuesta lesión para enfriar un partido. Esto además sólo lo puede hacer en determinados momentos y por un tiempo limitado. En el fútbol los jugadores son verdaderos dramaturgos del dolor, de los revolcones de angustia, de la sacrosanta indignación de haber sido agredidos injustamente. Cuando alguno se “fabrica” un tiro libre o un penal es alabado por todo la barra y hasta por los comentaristas deportivos.
-La barra. En el tenis se mantiene silencio, se observa y se celebra cuando se hace un buen punto. En el fútbol se tocan bombos, cornetas, se sacan tablones, se acuchilla gente, se asalta y se apuñala. Sin más comentarios en este ítem.
-El ganador. En el tenis gana el que juega mejor y gana los puntos clave. El que tiene la cabeza más clara y mejor estado físico. O sea gana el que lo merece. En el fútbol puede ganar el que se arratona un partido entero y un lauchero hace un gol de chiripa en el minuto 91. O nadie en un interminable martirio de 0-0.
-El espectáculo. Si dejamos de lado el espectáculo colateral que generan las barras, ya descritas, un partido de fútbol puede ser la cosa más aburrida del mundo en hora y media. Pelotazos largos que se van para afuera, equipos que juegan a sacar un empate, mediocridad técnica, empujones y escupitajos, piques inútiles de jugadores con ponchera, etc. En el tenis lo que se ve en TV son siempre los mejores 100 del planeta (equivalente a ver sólo los mejores 9 equipos de fútbol del planeta, no el Santiago Morning contra el Wanderers, por ejemplo y con todo respeto) jugando uno contra otro. Es imposible que en un partido no haya grandes jugadas, puntos emocionantes, suspenso Es parte inherente del deporte.
-Los árbitros. ¿Alguien ha escuchado alguna vez que haya un rumor de un árbitro de tenis que haya sido “comprado”? Eso no más.
-Los entrenadores. En el tenis los entrenadores son importantes, pero al ser un deporte individual y además de caballeros, si un jugador (o equipo de copa davis) pierde nunca le echa la culpa al entrenador, ni los fanáticos tratan de lincharlo en la plaza pública.
-La celebración. Un jugador de tenis celebra un buen punto con un grito y tal vez un puño apretado. Al final del partido saluda y tal vez regala su raqueta al público. No existe nada de esos despliegues histriónicos tras un gol de correr, tratar de que los otros no lo pillen, tirarse de rodilla o de guata al suelo, llorar, besarse en la boca, sobajearse, hacer “montoncito”, burlarse de los rivales, mostrar una polera con el nombre de la última polola, etc, etc.
-Los dirigentes. No, los dirigentes son medios parecidos, por lo menos en Chile. Hasta ahí no más llegó la caballerosidad del tenis.

viernes, 11 de noviembre de 2011

bicicletismos

bicicletudo, da. adj. Relativo a la constante utilización de la bicicleta como medio de transporte, ya sea en términos exclusivos o complementándola con otros medios de locomoción. || Ú. t. c. s. || fig. Quien tiene plena conciencia de que puede meter la pata. Es más, la mete, la saca y, acto seguido, lo reconoce. || Véase ciclista. || utopía ~. f. Aquel contexto imaginario-posible en que, de preferencia, las personas y la sociedad planetaria ocupan intensiva y cotidianamente la bicicleta, así como otros mecanismos propulsados por nuestro ser material. ¿Cuán a menudo? Al menos lo suficiente para detener la extensión ilimitada de lo que se ha dado en llamar IMOSFRE. Es decir, un contexto en que la bicicleta se integra al tejido urbano, y las endomorfinas inundan el cuerpo social. || Véase círculo bicioso y rebiciclamiento.


del diccionario de términos bicicleteros de:  www.furiosos.cl

viernes, 4 de noviembre de 2011

La evolución y los medios de transporte


Por obra y gracia de alguna combinación de teclas (las odio, nunca he sido capaz de aprenderme ninguna, sólo me han traído percances en mi breve pero entusiasta vida informática) se me borró todo un bello e iluminador artículo que había casi terminado ayer respecto de las simbología histórica de la bicicleta. Acá voy de nuevo, a ver si sale esta vez.
Siempre me ha llamado la atención la cantidad de sensaciones que el andar en bicicleta me producen. Alegría, sensación de libertad, algún vértigo gozoso, el disfrute del ejercicio mezclado con el viento en la cara.
Ayer mientras bajaba por Alonso de Camargo sorteando lomos de toro y disfrutando justamente con los días ya más cálidos bruscamente entendí.
El hombre como raza ha tenido varios saltos evolutivos. Hay una teoría que plantea que cuando el hombre primitivo dejó de andar en cuatro patas y se irguió es cuando apareció la mente, como consecuencia del cambio de perspectiva. El empezar a ver el mundo y a si mismo de un modo distinto a los animales.
De igual manera, una vez habituado ya a desplazarse en dos pies, caminar, correr, saltar, trepar, probablemente este hombre pretérito haya tenido la inquietud de andar más rápido y de mirar desde más arriba. Ahí echó mano de los animales que tenía a su alcance, camellos, elefantes, burros y por sobretodo el caballo.
Segundo salto evolutivo, aparece el primer vehículo, que habría de acompañar al ser humano por muchos muchos siglos.
Sólo a fines del siglo XIX aparecen los rudimentos de los que hoy son los vehículos motorizados. Previamente sólo existía como algo similar a eso las carrozas, a las que ya me referiré.
O sea tenemos a una raza que por el noventaitantos porciento de su historia en este planeta se ha desplazado a pie o a lomo de caballo.
Bueno, la bicicleta es el reemplazante moderno del caballo. Se monta a horcajadas, se sujeta con manos y pies, avanza más rápido que ir caminando, y reproduce las condiciones básicas del viento en la cara, la exaltación de moverse velozmente adonde uno quiera, mirar el mundo de más arriba, incluyendo además el ejercicio muscular propio en el traslado.
Creo que de esta asociación inconciente provienen esas sensaciones tan atávicas y profundas al montar una bicicleta. Tal vez permita incluso explicar también porqué los niños aprenden a usar bicicletas tan rápido y a tan temprana edad.
¿Que queda entonces para los autos?, ¿a qué nos remitimos ontológicamente?.
Vendría siendo el tercer salto evolutivo, sin embargo este último podría haber nacido de algunas motivaciones algo diferentes.
Creo que los carruajes, creados para que los miembros de la nobleza se trasladaran sin tener que hacer ejercicio físico y que además los protegieran de las miradas indiscretas de la gente vulgar de la calle, podrían ser los antecesores del automóvil. Así mismo el andar dentro de una estructura de metal, que protege y a la vez aísla, podría también rememorarnos en el inconciente colectivo a las armaduras que los caballeros medievales usaban cuando iban a las batallas.
Creo que estas asociaciones podrían ayudarnos a entender mejor el estado mental en el que entramos cuando andamos en bicicleta, así como también el que tenemos cuando andamos al volante de un automóvil.
Da para pensar, ¿no?