viernes, 20 de diciembre de 2013

Muy buen relato cicletero...

LA PRUEBA DEL CICLISTA
Los jefes pueden aprender mucho observando a un futuro empleado en una bicicleta. Andando en bicicleta hacia mi trabajo por la ciudad de Londres una mañana oscura la semana anterior, me pasó un hombre vestido de negro, sin casco y sin luces, escuchando música por sus audífonos. Idiota, pensé. Cuando desapareció en el aparcamiento subterráneo de un gran banco, me pregunté: ¿Qué clase de banquero podría ser un hombre así? O es un estúpido a la hora de evaluar riesgos. O quiere morir. Ambas posibilidades serían desafortunados atributos en alguien que maneja el dinero de otros. Me hizo pensar en las cosas que revelamos sobre nosotros mismos cuando estamos sobre dos ruedas, y cuán útiles esos datos podrían ser para nuestros jefes.

Siempre se me ha ocurrido que, como grupo, los ciclistas debían ser relativamente buenos empleados. Todos estamos más o menos en forma. Tenemos lo que se necesita para ser confiables y puntuales. Cuando los trenes dejan de funcionar debido a un poco de viento –como ocurrió en Londres el lunes pasado– llegamos a tiempo al trabajo. Tomamos riesgos y somos ligeramente rebeldes, lo cual funciona muy bien, especialmente en un oficio como el periodismo.

Sólo hacen falta diez minutos en una calle de Londres para entender que no somos ningún tipo de grupo. Algunos somos veloces, otros lentos. Algunos usamos cascos, otros no. Algunos rompemos todas las reglas, algunos no rompemos ninguna. Si los jefes de verdad quieren saber cómo son sus futuros empleados, deberían olvidar las pruebas psicométricas y observarlos andando en bicicleta. Algunos ciclistas protestarían que son agresivos al andar en las calles, sólo para convertirse en gatitos mansos en el escritorio, pero no estoy de acuerdo: en una bicicleta uno está cerca de la muerte y por eso uno se convierte en una versión más intensa de uno mismo.

Cuando dejé al banquero que no entendía de riesgo y seguí hacia al trabajo, vi a otros tres ciclistas mostrando características que debían ser de interés para sus departamentos de Recursos Humanos. El primero tenía la pierna derecha del pantalón enrollada para revelar una pantorrilla sólida. Tal ingeniosidad en la ausencia de una presilla me impresionó: yo lo contrataría como solucionador de problemas. El próximo era un hombre balanceándose en una bicicleta de pista en frente de un semáforo. A nadie le gusta trabajar con un exhibicionista.

Y entonces me encontré a una mujer en una bicicleta Brompton color rosa pasándose la luz roja junto a la Catedral de St. Paul, forzando a los transeúntes a quitarse del medio. Uno le gritó “¡imbécil!”, pero ella no le hizo caso.

Claramente, la luz roja es el punto clave para recopilar datos. Esta mujer definitivamente no pasó la prueba, mientras que otros que se saltan la luz roja –sin incomodar a nadie– probablemente sí la pasan. La luz roja también separa a los líderes de los seguidores. Cuando hay un gran grupo de bicicletas en un semáforo, se necesita un tipo particular de ciclista para romper el consenso y salir adelante, pero una vez que lo ha hecho otros lo seguirán, dejando sólo a uno o dos atrás. Yo contrataría a estos individuos inmediatamente, pero únicamente para trabajos en auditoría o conformidad.

La prueba de las dos ruedas también elimina a los que no son jugadores de equipo. Todos los ciclistas ven a los autos, camiones y autobuses como sus enemigos naturales, pero el ciclista que es hostil hacia su propia clase, y que pasa a los demás por la vía de adentro, sólo sirve para trabajos solitarios.

El ciclismo no sólo demuestra cuán competitivo somos, demuestra lo que piensan los hombres de mujeres que son más veloces que ellos. En las (cada vez más infrecuentes) ocasiones que paso a un hombre en bicicleta, él casi siempre me pasa a mí enseguida, sólo para probar un punto.

No sólo es una indicación el comportamiento en la bicicleta, también lo es la bicicleta misma. La persona con la bicicleta de carreras quiere impresionar a los demás. La persona en la híbrida simplemente quiere encontrar la mejor solución. El hombre que no está en muy buena forma, pero se viste de Lycra, es puro cuento. La persona que no lleva casco o reflectores está loca, pero también lo está la persona que tiene tantas luces y espejos en su bicicleta que casi no cabe una persona.

Para comprobar mi teoría sobre la conexión entre la personalidad y estilo de ciclismo, acabo de llevar a cabo una pequeña prueba de control. Un lector llevaba tiempo ofreciéndome una vuelta en su bicicleta tándem y me vi obligada a practicar el ciclismo como él, lo cual resultó ser una experiencia segura, confiable y cortés. Yo definitivamente lo hubiera contratado. Y, sin embargo, sentí temor de andar en una bicicleta sin ser yo misma.

¿Qué demuestra entonces practicar el ciclismo a mi manera? Que me gusta estar en control. Que me burlo de algunas reglas y que soy bastante egoísta, pero que trato de no ser escandalosamente odiosa. Llevo casco, un feo tabardo fluorescente y tacones altos, pero para prevenir que se rompan en los pedales he inventado un protector para tacones hecho de una vieja cámara de aire. Los cual demuestra que puedo ser creativa, pero solamente cuando estoy verdaderamente desesperada. •••
por revistacapital/13.12.2013

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