martes, 6 de septiembre de 2011

Huida

En este post no habrá ni un puto rayo, cadena o pedal. No ando en bicicleta. No en esta época del año al menos. Soy uno de esos hueones dentro de la jaula de metal. Pero sabís? Me gusta la hueaíta. Cómo hacer para funcionar en el tránsito demencial de Santiago sin perder la cordura en la empresa. No es tarea fácil, seguro. Y no crean que no ando en auto: todas las semanas me pego pique a la plaza Ñuñoa a la hora pick (tipín 7). Una hora fácil...

Pero lo que me motiva escribir es la caída. Caer, lento, profundo, ciego. Lo que más me gusta es la parte donde no se ve ni parriba ni pabajo. Inmóvil, sin mover un músculo. Sin saber que se está cayendo. No será más de un minuto, pero la vida se paraliza en un minuto. Sólo hay cabeza para mirar la masa verde en la que uno cae y cae. Verde y negra. Debe ser parecido a lo que ve un óvulo cayendo por una trompa. Y de repente uno como que imagina una mancha blanca en la verdenegrez reinante. O lo vi? No, si parece que es real. Y de repente aparece un mundo completo abajo: rocas gigantes, cochayuyos por montones, y puta, pescados, cualquier cantidad de pescados. Hay que ver la cantidad de gente que vive acá abajo. Todos en algún oscuro afán indescifrable. Ocupados, eso sí. Putas que se ven ocupados. Quizás en qué. Han visto la cara de un pescado? No se cacha. No hay hueón más críptico que un pescado en su afán.

Y entonces: inhalo. Respiro. Y exhalo. Un festival de burbujas. Y de repente estoy respirando bajo el agua, y llevo más que nunca en mi vida metido acá, y no me ahogo (igual un poquito, pero es como rico) y estoy en otro mundo. Floto. Floto sin hacer ningún esfuerzo. Será esto lo que sienten las gaviotas cuando se mantienen contra el viento sin aletear? Y a pesar del traje percibo el frío violento del agua que me mantiene despierto. Y la rigidez del agua, y la presión de tener 30 metros de agua arriba de uno. Pero respiro: tranquilo... inhala, exhala, más burbujas, pero tranquilo, quieto. Para que dure el aire...

Y cuando ya me estoy acostumbrando, sin darme cuenta, sin notar el tiempo me doy cuenta que estoy en la reserva. Siempre es tan corto. Y subo, hacia la luz, hacia el azul. Lento aleteo y me despido. Y la verdenegrez de nuevo, y de nuevo estoy en la mitad de nada, sin arriba ni abajo. Y de pronto vislumbro la textura de las olas. Me lanzo de cabeza y casi sin percibirlo estoy respirando aire libre de nuevo. Volví.

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