viernes, 2 de septiembre de 2011

primavera

¡Que buen momento del año!
En alemania en 1° de mayo, feriado por el día del trabajador, hacen grandes fiestas colectivas, no porque les interese mayormente el contexto social o laboral del onomástico, sino porque marca el fin del invierno y empieza a volver el sol (vaya invierno que tienen por lo demás).
Acá eso equivale a todo el frenesí dieciochero de septiembre. Creo que las celebraciones masivas, las fondas y todo el desenfreno y curadera nacional no responden tanto al patriotismo o celebración de la independencia (que por lo demás tampoco terminó de concretarse en el momento en que firma la primera junta de gobierno) sino que la gente celebra el cielo azul, los días más largos, las nubes blancas, las flores en los aromos y los cerezos, el viento sur, el olor a polen, las golondrinas, las mañanas frescas y luminosas con la cordillera todavía nevada. Celebran que renace la tierra, brotan las ramas,vuelve el sol al hemisferio sur, con la promesa del calor, de andar sin ropa, de bañarse en alguna playa, de volver a salir a la calle sin encorvarse.
Para qué decir de andar en bicicleta...
Salir poniéndose el puro casco, respirar el aire tibio de media mañana, sentir el viento fragante en la cara. Pedalear con la fuerza de lo que brota dentro, de la alegría de vivir, de seguir estando, de pasar entre los autos como un fantasma, una exhalación en dos ruedas, con risa, con pena también por los que van atrapados dentro de la cáscara de lata, entrampados en un taco, si no hay taco compañeros, la calle está abierta y está limpia y despejada por la lluvia que hace apenas unos días cayó y que dejó paso a este cielo calipso, a esta cordillera que me guía, a todos estos árboles empenachados de flores y hojas nuevas, verdes claras como la esperanza que tengo de estar todavía muchas veces más en este momento del año, mi favorito, aunque me den todas las putas alergias del mundo, amo los aromos amarillos aunque me cierren las vías respiratorias y me ahoguen en virtud de quien sabe qué antigua disputa o conflicto kármico.
Los invito, mis amigos, tomen sus bicicletas, acompáñenme en esta aventura deslizante. Subamos algún cerro y tirémonos a toda velocidad, gritando, sin manos, volando, anunciando a los 4 vientos que somos libres, que estamos vivos, que queremos estar, que somos parte de esto.

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